Esta mañana, la EPA revelaba lo que muchos ya nos temíamos: el número de parados ha aumentado, 237.400 personas en el primer trimestre de 2013. La cifra total de desempleados es escalofriante, 6.202.700 personas. Ante una realidad tan lamentable, poco se puede hacer... ¿o no? Bajo mi punto de vista, es en este momento cuando más optimistas debemos ser. De nada sirve abatirse o lamentarse. El optimismo está muy relacionado con el concepto de oportunidad. Como dijo Winston Churchill, "Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad". ¿Qué es lo que pasa cuando lo vemos todo negativo? Fácil: perdemos oportunidades. Simplemente, no las vemos.
A menudo pongo el siguiente ejemplo, que ilustra bastante bien la situación:
Estoy en mi coche buscando aparcamiento en una calle repleta de vehículos. El estrés, los nervios y las ganas de salir del automóvil hacen que me sienta agobiado o enfadado. Pesimista, en una palabra. Mi cerebro admite la idea (no comprobada) de que no voy a encontrar aparcamiento. ¿Resultado? Me enfado aún más. El cabreo llega a tal nivel que soy incapaz de ver que justo delante, a pocos metros, hay un hueco para estacionar, que me he saltado precisamente por tener la cabeza llena de pensamientos negativos.
Este simple ejemplo nos pone de manifiesto que ser optimista supone afrontar los problemas de una forma diferente. Este es un campo en el que la Psicología Positiva tiene mucho que decir. El Optimismo está íntimamente relacionado con la Felicidad, ya que cuando el primero aumenta, la segunda también lo hace. No estamos hablando de una sensación ingenua, sino realista.
El escritor Martin Seligman, todo un experto en este terreno, define el optimismo en función de la forma en que las personas expresan sus éxitos y fracasos. Los más positivos consideran que los reveses sufridos se deben a algo que puede cambiarse, por lo que, en ocasiones posteriores, afrontarán situaciones parecidas con vistas a triunfar. Los pesimistas, en cambio, se culpabilizan de sus fracasos, atribuyéndolos a alguna característica estable que se ven incapaces de modificar. Este pensamiento viene a confirmar la frase del escritor británico G. K. Chesterton: "El optimista cree en los demás y el pesimista sólo cree en sí mismo". No busquemos las culpas solo en nosotros mismos. Victimizarse no vale de nada. Hemos de ser conscientes de nuestras limitaciones y capacidades, para saber aprovecharlas.
Todos estamos llenos de habilidades y de recursos que, con un poco de optimismo, pueden llevarnos a conseguir lo que queramos. Y no me refiero solo a encontrar trabajo. Se trata de ser feliz. Eso es, al fin y al cabo, lo más importante.