Personas, competencias, organizaciones, resultados. Efectivamente, todo está conectado. A menudo tendemos a valorar únicamente el último punto, los indicadores, pero detrás de los buenos (o malos) números hay mucho más. La conjunción de todos estos elementos hacia una meta común no sería posible sin la figura del líder.
Desechemos de una vez por todas las definiciones tradicionales de liderazgo, las que se basan en la superioridad de alguien sobre el resto. El líder nace necesariamente del equipo, es parte de él y no actúa de forma independiente. Busca el bien común, y sabe sacar lo mejor de cada uno de los compañeros que le rodean.
Encontrar y formar líderes es algo tremendamente complicado. Hay que partir de la premisa de que el liderazgo que es productivo en una organización, puede que no lo sea en otra. Es el estilo de la persona que ejecute ese rol el que se adaptará con mayor o menor éxito a un entorno u otro.
Pongamos el ejemplo del líder transaccional, propio de las grandes empresas. Aquí el líder establece las relaciones con sus empleados en base a intercambios. Hay una razón púramente económica en todas las acciones que se llevan a cabo en el equipo. Este planteamiento funciona muy bien si lo que queremos es limitarnos a conseguir objetivos, pero hay poco margen a la motivación de verdad cuando el único aliciente es el dinero. La retribución ya no es el principal factor de retención.
Cambiemos ahora de escenario. Pongámonos en la piel de un empleado con experiencia, que lleva varios años trabajando en una empresa de tamaño medio-grande. Domina a la perfección el trabajo, no necesita la guía constante de un jefe que le diga lo que tiene que hacer. En este contexto, el liderazgo más propiado podría basarse en el modelo laissez-faire, menos intervencionista. Este tipo de líder deja margen al equipo, pero no se desentiende. Analiza el rendimiento de las personas y comunica las áreas de mejora que detecta. Esta opción favorece la creatividad, algo imprescindible en cualquier organización.
Vayamos ahora un paso más allá. Nos situamos ahora en el punto más alto del liderazgo en lo que a comunicación se refiere. El líder transformador se distingue por una cosa: sabe transmitir su visión como nadie a sus colaboradores. Por ello, no le cuesta aunar los intereses personales de los empleados con los objetivos de la empresa. Para él, forman parte del mismo camino. No se pueden conseguir resultados sin tener en cuenta a las personas. Éste es el punto clave en la relación que toda empresa debe tener con sus recursos. Este es el papel necesario que debe desempeñar la figura del líder, independientemente del contexto.
Líderes hay tantos como organizaciones existen. No hay un estilo general que se adapte a todas las situaciones, pero lo que sí es cierto es que el liderazgo ha de basarse necesariamente en varios pilares: comunicación, motivación y visión-transmisión de cambio. Las empresas buscan objetivos. Las personas, desarrollo. El líder es el intermediario necesario en este contexto tan cambiante, donde solo los que mejor se adaptan sobreviven.
Este es un sitio web personal sobre crecimiento personal y liderazgo para equipos, directivos y comerciales de Manuel García Palomo, psicológo y coach profesional colegiado.
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