En el mundo directivo, las reuniones son frecuentes. A veces es necesario dirigirse a una gran audiencia, y es entonces cuando comenzamos a ponernos nerviosos. La comunicación efectiva es una de las claves del éxito; saber expresarnos nos abrirá muchas puertas. Si tenemos que dar un discurso, por ejemplo, seguramente habremos dedicado mucho tiempo a prepararlo. La exposición final es solo una parte del trabajo, pero ese pequeño rato puede suponernos una auténtica dificultad. ¿Qué errores debemos evitar en este tipo de situaciones?
No cuidar la estructura del texto - La organización lo es todo. Si nuestro discurso no tiene una buena estructura, nuestra intervención perderá fuerza. La audiencia no captará el 100% del mensaje y la comunicación no será efectiva. Lo mejor es seguir la línea introducción + desarrollo + conclusión, y sobre esa base (si lo vemos conveniente) podemos improvisar.
No prestar atención a la CNV - Más del 90% de nuestro mensaje no se expresará con palabras, sino con nuestro cuerpo. Por ello, debemos preocuparnos de mantener una postura adecuada mientras dure la locución. Es completamente necesario mantener el contacto visual con la audiencia y usar ademanes para recalcar las partes importantes del mensaje.
Descuidar el volumen y la entonación - El nerviosismo puede transmitirse de muchas maneras. La más habitual, con un volumen de habla bajo. No se trata de gritar, sino de aportar el matiz adecuado a nuestro mensaje. Un volumen adecuado debe ir acompañado de una entonación al mismo nivel, que transmita nuestras emociones según las distintas partes del texto. Un discurso plano no llegará nunca a calar en nuestra audiencia.
No sentirse parte del discurso - En esta última parte me gustaría señalar quizás la parte más importante, y es que nunca hablaremos bien en público si nosotros mismos no creemos en nuestro mensaje. Un discurso se puede preparar, ensayar, recitar las veces que se quiera... si no estamos involucrados en él, la comunicación no será efectiva. Es entonces cuando aparecen problemas antes citados, unidos a la falta de seguridad en nosotros mismos, un ritmo inadecuado de la locución, falta de liderazgo... Si vamos a hablar de un tema en concreto frente a una audiencia, nosotros debemos ser los mayores expertos en la materia. Eso nos dará seguridad en la representación y nos permitirá colaborar con los oyentes para que el mensaje se reciba sin problemas.
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Revista Unir