Detrás de cualquier organización hay personas, no números. Esto es algo que parece olvidarse en los tiempos que corren, donde parece primar la rentabilidad sobre otras variables que influyen decisivamente en el devenir de una empresa.
Detrás de una empresa que funciona hay personas que actúan coordinadas en la consecución de una serie de objetivos comunes. Hablamos de individuos que se apoyan los unos a los otros, donde la comunicación y la empatía son valores compartidos. Hablamos, en una palabra, de equipos.
El coaching de equipos tiene mucho que decir en el éxito o fracaso de muchas organizaciones. Tradicionalmente se ha prestado más atención al rendimiento individual de cada uno de los componentes de un grupo. Ahora, sin embargo, estamos en un contexto donde el desempeño conjunto puede ser más valioso que el que podemos lograr de persona a persona.
Cuidar al grupo significa velar por los intereses de cada uno de los miembros. Eso es lo que queremos decir al afirmar que las empresas están formadas por equipos.
En un proceso de coaching de equipos hay un acompañamiento conjunto. Se persigue desarrollar una aptitud grupal, y se miden los resultados colectivos. Al fin y al cabo, sin cooperación no hay consecución de objetivos. Por eso es importante revisar las relaciones de los integrantes, evaluar sus valores y el trabajo que realizan para que el rendimiento de todos aumente.
La máxima del coaching de equipos es sencilla: el resultado del conjunto es superior a la suma de lo que aporta cada parte.
Con esto no queremos decir que el coaching individual haya pasado a un segundo plano, sino todo lo contrario. El coaching de equipos es un complemento perfecto al acompañamiento individual. Aplicando esta metodología, lograremos crear en la organización un espacio de aprendizaje y crecimiento, el entorno más adecuado para conseguir cualquier objetivo a nivel de organización.